El Encuentro de Neuquén se pareció poco a los que lo precedieron. El habitualmente festivo acto de apertura, que suele hacerse en un espacio abierto o en un local con grandes portones, estuvo cerrado hasta media mañana. Había sólo una angosta puerta de vidrio, taponada por un grupo que bloqueaba de prepo el acceso de las que no conocía. Una mirada por encima de sus cabezas, sin embargo, permitía ver que las gradas ya estaban pobladas de "amigas". Cuando finalmente el grueso de las mujeres pudo entrar (¿3.000, 4.000?), seis líneas de cordones de seguridad de militantes del PCR y de la Cepa impedían acercarse al escenario. El séptimo cordón, el más próximo al escenario, era "defendido" por militantes del grupo feminista La Revuelta.
¿De quiénes lo defendían?
De las mujeres de la Comisión Organizadora que se habían opuesto a que el Encuentro se transformara en un foro de la patronal sojera. Que habían negado su "consenso" a que el documento de bienvenida saludara "la lucha de 100 días" de las patronas rurales. Las compañeras rechazaron esta inadmisible faccionalización del Encuentro y, por sobre todo, su conversión en un foro de los explotadores rurales, y presentaron un documento alternativo, que plantea la independencia del movimiento de mujeres frente al gobierno, los bloques patronales y la Iglesia. Pero el bloque PCR-La Revuelta decidió violar su pregonado consenso, ocultar este debate al conjunto de las mujeres, acallar a la parte disidente de la CO e impedirles subir al escenario. Para lograrlo, golpearon malamente a algunas compañeras, entre ellas Lila Calderón, integrante de la CO y con una panza de nueve meses.
El movimiento de mujeres debe tomar nota de que las patoteras responden a algunas de las organizaciones que, en nombre del "consenso" y la democracia (¿?), se oponen a que votemos en los talleres y a que resolvamos medidas de lucha. No dudaron en dividir al Encuentro, a pesar de que reconocen que los retrocesos de los derechos de la mujer son visibles en todos los ámbitos. Tampoco La Revuelta dudó en adoptar prácticas "violentas y masculinistas" y arrebató y estrelló contra el suelo un megáfono del Plenario de Trabajadoras.
Las mujeres, en los talleres, pidieron explicaciones a pesar de los esfuerzos del PCR para que "el debate se ajustara al temario previsto". También al macartismo de los grupos feministas que decían que no valía la pena discutir "una pelea entre los aparatos de la izquierda"... y que nos ajustáramos al temario previsto para cada taller. El debate se impuso y las explicaciones eran tan inverosímiles - "son gente de Buenos Aires, nunca estuvieron en la CO, son los partidos de izquierda que no quieren discutir la cuestión de género, son kirchneristas..."- que sólo lograron redoblar la indignación de las compañeras que expresaron su repudio a la censura, a los métodos patoteriles y al intento de ahogar la autonomía del Encuentro detrás de un bloque patronal.
La "Carta Abierta a las Mujeres", que el Plenario de Trabajadoras difundió en mayo, colaboró a establecer que, desde hacía meses, un sector del movimiento de mujeres trabajaba para vaciar el Encuentro, de modo de manipularlo a su antojo.
En todos los talleres se aceptó la propuesta de organizar marchas unitarias en todo el país, tanto el 28 de setiembre por el aborto legal, como el 25 de noviembre contra todas las violencias hacia las mujeres. Es una respuesta impecable de defensa de la independencia de un movimiento que ha aprendido duramente que no tiene aliados en ningún bloque patronal.
Olga Cristóbal
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