Las integrantes de la Comisión Organizadora del XXIII Encuentro de Mujeres pertenecientes al Plenario de Trabajadoras y las militantes del Plenario en general no dejamos de poner el cuerpo en ningún momento.
Primero, no dejamos de concurrir a ninguna reunión de la Comisión Organizadora incluso en medio de los momentos de mayor hostilidad, en los que el PCR y La Revuelta operaron con métodos tan conocidos por las mujeres, en general a manos de hombres de las familias, de ninguneo de las opiniones, de las ideas y de las posiciones.
No dejamos que el Encuentro fuera entregado sin más a la nefasta patronal sojera, impulsora de la discriminación por género y raza y de la superexplotación de trabajadoras, trabajadores y niños, y nos apostamos en la apertura del Encuentro para impedirlo. Ningún medio pudo dejar de reflejar que había un debate. Fueron las integrantes de la Comisión Organizadora neuquina Gabriela Supiccich, Trabajadora Social, trabajadora del Hospital de Plottier; Lila Calderón, embarazada a punto de parir, desocupada de Cipoletti; Mabel Parra, secretaria general de Aten Plottier; Marcela Holstein docente de Aten Neuquén, todas del Plenario de Trabajadoras, las que pusieron el cuerpo para garantizar la lectura del documento de apertura que no comulgaba ni con la patronal sojera ni con el gobierno. Fueron zamarreadas y golpeadas, en particular Lila, cuyo embarazo no fue impedimento para que la patota actuara.
Las compañeras que formamos la delegación del Plenario de Trabajadoras, estudiantes, trabajadoras ocupadas y desocupadas; todas fuimos objeto de golpes, empujones o amenazas verbales en la apertura y en los talleres, y ninguna abandonó su puesto de lucha.
En el acto de cierre otra vez volvimos a demostrarlo haciéndonos presentes dentro del Ruca Che, para defender como sede la Ciudad de Buenos Aires, junto, únicamente, a las compañeras de La Casa del Encuentro, que también la defendieron en los talleres y en el acto de cierre. Cuando ingresábamos en el estadio, un hombre del PCR nos provocó queriendo romper una bandera nuestra, y otra vez los hicimos recular acusándolos de provocadores, denunciándolos y concretando nuestro objetivo de entrar en el estadio.
Sin esta defensa física de nuestras posiciones no se habría registrado el debate en los principales diarios del Alto Valle, ni se habría logrado llamar la atención sobre las miles de mujeres presentes.
Estamos orgullosas de esta organización de mujeres, que crece al calor de una lucha implacable por el programa que las mujeres debemos conquistar demostrando que todo lo que se pregona desde los escritos y desde los estrados debe ser puesto en la práctica y defendido. ¡Viva el Plenario de Trabajadoras! ¡Viva la lucha por la emancipación de la mujer y de toda la clase obrera!
Corresponsa
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