El espectro de Espartaco aterra al Papa
Olga Cristobal
El papa Ratzinger volvió a arremeter. Esta vez recorrió, a paso rápido, los últimos cinco siglos de Occidente -desde Francis Bacon hasta Marx ("cuyo error fue el materialismo"), Adorno ¡y hasta Dostoievsky!- para concluir que "todo aquello que no se subordine a los dictados de la Iglesia, incluida la democracia, es ilícito" (El País, 19/12). Por ejemplo, la investigación científica, el divorcio, el sexo fuera del matrimonio (e incluso dentro de él), los preservativos, las parejas del mismo sexo o la legalidad del aborto, el "gran genocidio de nuestros días". El anatema incluye a cualquier legislador que ose desacatarlo.
En la Encíclica Spe Salvi, Ratzinger señala que todo lo que "se aparte de las leyes naturales es ilegítimo" y dictamina como única fuente de legalidad a la Iglesia ("sin Dios no existe justicia"). ¿Respeto a la voluntad popular? De ninguna manera, la debacle -dice Ratzinger- comenzó con la Revolución Francesa, que olvidó que "la razón humana es insuficiente" y que "un mundo que administra la justicia por sí solo es un mundo sin esperanza". "A Dios corresponde la soberanía", enfatiza el Papa, en una cerrada defensa del estado teocrático. Gran reivindicación de la sharía, 'anche' en latín.
Benedicto vs. Espartaco
El papa subraya que "el cristianismo no trajo consigo un mensaje político-revolucionario como aquel con el que Espartaco, en lucha cruenta, había fracasado (...) sino algo totalmente distinto: el encuentro con el Señor de todos los Señores". El que no quiera el infierno habrá de repudiar a Espartaco (destinado al fracaso) y aprender a hincarse ante el Señor y sus traductores. Pero aunque amenace con el infierno ("que existe"), Ratzinger convoca para librar sus batallas a guerreros más tangibles que el demonio. "El Papa quiere que haya mayor participación de los católicos en la vida pública y ha animado a todo el mundo a entrar en la dialéctica de la vida política y de la sociedad. De ahí su llamamiento a los profesionales católicos, farmacéuticos, médicos, políticos, para que se movilicen", reconoce el teólogo del Opus Dei, Lluís Clavell.
En realidad, el Papa está preocupado. La crisis internacional permite anticipar enormes conmociones sociales, algunas de las cuales ya están en desarrollo. Necesita mujeres que "eduquen" en la pasividad, la resignación, las supercherías y el oscurantismo. Ni palestinas violentando los muros de la vergüenza israelíes, ni madres del Casino que se encadenen en la Plaza de Mayo, ni mapuches en huelga de hambre. ¿Cómo conseguirlas sin alienar su cuerpo y su mente a la esclavitud doméstica, a la institución familiar, a la idea de "pecado" y a la "culpa"?
Que lo diga si no la Iglesia española -movilizada en bloque para derogar la más que restrictiva ley del aborto-, que utiliza toda la parafernalia de los "valores de la cristiandad y la familia" como ariete. O la Iglesia italiana, que con el cardenal Ruini a la cabeza ha agrupado a toda la derecha y a buena parte del centroizquierda detrás del reclamo de una "moratoria" a la ley aborto, la prohibición de las investigaciones con células madre y el desconocimiento de las uniones de hecho, sean hétero u homosexuales. El mensaje anti-Espartaco sedujo al francés Sarkozy (judío y divorciado), harto de los jóvenes de las barriadas, que manifestó en el Vaticano "la importancia de la religión católica en la vida pública y se permitió incluso alentar al clero francés a que intervenga más y con más valentía en los debates sociales y morales" (Le Monde, 6/1).
El Papa no es un nostálgico del medioevo, aunque su jerga remita al siglo XIII. Sus preocupaciones tienden a reverdecer los laureles de la curia como adalid de la contrarrevolución cuando cimbran las bases del capitalismo.
Ratzinger reclama para la Iglesia el derecho a interferir y reglamentar todos los intersticios de la vida social, y asegura que, si lo logra, cualquier horizonte de revolución social -Espartaco- será alejado.
¿Es posible declararse neutral ante una institución que hace dos milenios años blande simultáneamente la cruz y la espada, y se ofrece como recurso último de la reacción mundial? No hay programa de emancipación social sin la destrucción de la Iglesia y transformación de la religión en un evento enteramente personal o privado.
Por la separación de la Iglesia del Estado, educación sexual laica y científica, acceso a la anticoncepción, derecho al aborto (o la defensa del derecho al aborto donde fue obtenido), defensa irrestricta de los derechos democráticos de los homosexuales.
(publicado en Prensa Obrera Nº1028)
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